La clínica de niños y adolescentes tiene sus particularidades y modos de abordaje únicos. En primer lugar, porque muchas veces los chicos manifiestan su malestar de manera diferente a la de un adulto y es necesario descifrar lo que esconden esas nuevas formas de comportamiento o de sentir.
En segundo lugar porque suelen combinar diferentes tipos de funcionamientos psicológicos y pasan con facilidad de uno a otro.
Es por ello que el tipo de abordaje psicoterapéutico tiene que ser dinámico y flexible, inventándolo y reinventándolo cotidianamente, con cada paciente.
Otra de las particularidades es que en la consulta por un niño hay muchos dolores en juego. La historia del niño y de su sufrimiento es también la historia de la familia, de la pareja y de los vínculos. Implica interrogarse, desilusionarse, cuestionarse sobre la labor de ser padres... Esto suele generar muchos sentimientos diferentes como enojo, inseguridad, pero sobre todo, dolor. No sólo por el sufrimiento del propio niño, sino por el hecho de que no podemos encontrar solos las respuestas sobre lo que les pasa a nuestros hijos. Incluso a veces no somos nosotros, como padres, los que requerimos de una consulta, sino son los otros adultos que rodean al niño los que notan cambios en él, como la escuela, el pediatra o un familiar.